DOMINGO -XIV- T.O. -A-

Lectura del profeta Zacarías 9,9‑10

Mira a tu rey que viene a ti modesto  

Así dice el Señor: "Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica. Destruirá los carros de Efraín, los caballos de Jerusalén, romperá los arcos guerreros, dictará la paz a las naciones; dominará de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra."
Palabra de Dios 

REFLEXIÓN 

ESPERANZA CONTRA TODA ESPERANZA    

            El pasaje del profeta Zacarías que nos trae la liturgia de hoy se encuentra en un momento en que el pueblo ha perdido en el horizonte de la esperanza el volver a su tierra y restaurar la grandeza del reinado de David, en el que el pueblo era uno y grande; menos aún el pensar en la restauración del templo, como centro de unidad y símbolo de grandeza del pueblo. La decepción, el desencanto, la desidia… han hecho mella en el ánimo del pueblo y se ha perdido todo atisbo de esperanza.
            En esa situación de hundimiento y oscuridad, Zacarías alza la voz invitando a la alegría y a la esperanza: "Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén”; pero es interesante observar la imagen que presenta como motivo de alegría: no es la de un mesías poderoso, cargado de fuerza y de poderío político como esperaban todos. La grandeza y la fuerza que le acompañan al mesías que presenta, está en su unión con Dios y en la misión que trae, que no tiene nada que ver con la grandeza de los poderes humanos: “mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno”
            El nuevo Mesías que vendrá es el que va a establecer la justicia de Dios, no la de los hombres; es el que va a salvar a todos los hombres de las ataduras del pecado y, por tanto, va a restablecer la libertad personal y la amistad con Dios y no viene a establecer la revancha política. Al mismo tiempo va a romper el exclusivismo en el que ha venido manteniéndose Israel, abriendo la promesa a la universalidad de todos los pueblos: “dictará la paz a las naciones; dominará de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra."
            Todo esto es algo que choca frontalmente con lo que hay establecido y, por tanto, hará que el profeta no sea tomado en serio.

Salmo responsorial: 144  

Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey; /
bendeciré tu nombre por siempre jamás. /
Día tras día, te bendeciré /
y alabaré tu nombre por siempre jamás. R.
Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.

El Señor es clemente y misericordioso, /
 lento a la cólera y rico en piedad; /
 el Señor es bueno con todos, /
es cariñoso con todas sus criaturas. R.
Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.

 Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, /
que te bendigan tus fieles; /
que proclamen la gloria de tu reinado, /
que hablen de tus hazañas. R.
Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.   

El Señor es fiel a sus palabras, /
bondadoso en todas sus acciones. /
El Señor sostiene a los que van a caer, /
endereza a los que ya se doblan. R.
Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.

 
Lectura de la carta de S. Pablo a los Romanos 8,9.11‑13
Si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis  

Hermanos: Vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo.
Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros. Así, pues, hermanos, estamos en deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues si vivís según la carne, vais a la muerte; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis
Palabra de Dios

REFLEXIÓN 

MANTENER LA COHERENCIA  

            S. Pablo, siguiendo el razonamiento que hace en el cap. 6, sigue la coherencia del discurso: si hemos muerto a una forma de vida regida por los instintos carnales, para nacer y dejarnos guiar por las mociones del Espíritu Santo que ha nacido en nosotros por el bautismo, son las obras del Espíritu las que han de marcar nuestra existencia y las que nos han de identificar. Pero si no son las obras o frutos del Espíritu los que damos y nos identifican, es que el Espíritu del Señor no habita en nosotros y, en consecuencia, vivimos todavía bajo la fuerza del pecado y no de Dios.
            No obstante, aunque hayamos recibido el Espíritu, no hemos dejado de ser humanos y, por tanto, vivimos bajo la influencia y la fuerza de la carne que nos empuja con los instintos carnales que, con la ayuda del Espíritu, dejarán de ser una fuerza irresistible que nos empuja al pecado.
            Esta es la opción de lucha que hemos de hacer: vivir según la carne o vivir según el Espíritu, pero sabiendo que ahora tenemos toda la fuerza de Dios que nos sostiene y nos garantiza el triunfo.
            El Espíritu del Señor nos da a cada uno la fuerza y la luz que necesitamos para responder en cada momento, con plena libertad, según conviene a cada uno.

 Lectura del santo evangelio según S. Mateo 11,25‑30
Soy manso y humilde de corazón

En aquel tiempo, exclamó Jesús: "Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera."
Palabra del Señor 

REFLEXION 

EL MONOPOLIO DE LA VERDAD   

            S. Mateo nos presenta hoy un momento en el que Jesús expresa la experiencia que está teniendo en la presentación del reino: se va dando cuenta que todos los “letrados”, los “entendidos”, los “aposentados”… todos encuentran dificultades, todos le ponen pegas a que el reinado del amor, de la paz, de la verdad y de la solidaridad se establezcan en el mundo como rieles por los que camine toda la sociedad.     
            ¡Efectivamente! Eso es un tremendo disparate para sus intereses. Y tienen su idea de Dios, de la religión, de la moral, de la economía, de la estabilidad del país… de acuerdo a su estatus, que para ellos, los entendidos, es lo perfecto, lo que Dios tiene obligación de aceptar.
            Por eso entienden que Jesús no puede enseñarles nada nuevo, ni tiene idea de lo que está diciendo, pues es un iletrado, alguien que no ha salido del esquema que ellos han fabricado. No es posible que Dios piense de forma diferente a como lo hacen ellos
En cambio, los pobres, los que no han tenido acceso a las letras, los que no tienen riquezas que guardar, ni intereses que defender; los que están excluidos de la religión y de las estructuras, entienden perfectamente que ese reino que Jesús les presenta sería el gran ideal de fraternidad al que debería aspirar la humanidad.      Jesús ve en ellos la esperanza de la humanidad, los únicos que no tienen dañada la mente ni el corazón y permanecen abiertos a la novedad de Dios, sin embargo, ve que todos los oprimen, los explotan y ni la misma religión les sirve de consuelo, ni las doctrinas que les dan en el templo les alivian la carga de la vida, más bien se la hacen más pesada, por eso exclama: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera."  Él ha venido a liberar y no a cargar, a salvar y no a condenar… Él es el único refugio seguro que ha de encontrar el pobre, porque al final, la VERDAD es la que ha de imponerse.