Lectura del profeta Jeremías 20,7‑9
Me sedujiste,
Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste. Yo era el hazmerreír todo
el día, todos se burlaban de mí. Siempre que hablo tengo que gritar:
"Violencia", proclamando: "Destrucción". La palabra del
Señor se volvió para mí oprobio y desprecio todo el día. Me dije: "No me
acordaré de él, no hablaré más en su nombre"; pero ella era en mis
entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerlo, y no podía.
Palabra
de Dios
REFLEXIÓN
LA
DIFICULTAD DE SER PROFETA
Tomar la opción de seguir el camino que
Dios invita y que nos traza de acuerdo a sus planes, es algo que no es fácil ni
tiene el aplauso de la gente, sino más bien todo lo contrario, pues el mundo
tiene sus planes, que no coinciden con los de Dios y, lógicamente, no soporta
ni tolera que alguien le lleve la contraria u opte por otra posibilidad.
Incluso vemos el gran esfuerzo que
se hace por convencernos que no hay posibilidad de otra cosa, que no hay otro camino
que el que el mundo dispone y nos hace convencernos que optar por otra cosa es
de locos.
El ejemplo de los profetas nos
muestra con claridad esta oposición que suele repetirse en cada momento de la
historia: también le ocurrió a Jesús y le sigue ocurriendo a cualquier persona
que hoy intenta ser coherente con los grandes valores del reino.
La descripción que hace Jeremías de
su experiencia es fantástica y casi podríamos ponerle hoy el nombre y apellido
de tantas personas que sufren lo mismo. No puedo evitar el pensar en tantos
jóvenes que hoy, en el ambiente que vivimos, intentan ser coherentes con un
ideal y, peor aún si es que tiene que ver algo con Jesucristo.
Jeremías clama a Dios porque ve que
su proyecto es seductor, es la única alternativa a la que puede aspirar todo
hombre, pero es demasiado duro, excede a las posibilidades del hombre, ya que
tiene que enfrentarse hasta con sus propios sentimientos.
El haber intentado llevarlo a la
práctica le está acarreando toda una serie de dificultades y problemas que le
hacen aparecer como un bicho raro ante la sociedad y es por lo que siente
tantas veces ganas de abandonar el proyecto.
Es lo mismo que han sufrido el resto
de los profetas y lo que siguen sintiendo hoy la gran mayoría de aquellos que
hacen la opción por seguir el camino del reino que Cristo ha establecido para
los suyos.
La Palabra de Dios sigue siendo el
gran acicate que anima a seguir caminando, es como el fuego que devora y no
deja tranquilo mientras las cosas están fuera del proyecto de Dios.
Salmo responsorial: 62
Mi alma está sedienta de ti,
Señor, Dios mío.
Oh Dios, tú eres mi Dios, por
ti madrugo, /
mi alma está sedienta de ti; /
mi carne tiene ansia de ti, /
como tierra reseca, agostada,
sin agua. R.
Mi alma está sedienta de ti,
Señor, Dios mío.
¡Cómo te contemplaba en el
santuario /
viendo tu fuerza y tu gloria!
/
Tu gracia vale más que la
vida, /
te alabarán mis labios. R.
Mi alma está sedienta de ti,
Señor, Dios mío.
Toda mi vida te bendeciré /
y alzaré las manos invocándote.
/
Me saciaré como de enjundia y
de manteca, /
y mis labios te alabarán
jubilosos. R.
Mi alma está sedienta de ti,
Señor, Dios mío.
Porque fuiste mi auxilio, /
y a la sombra de tus alas
canto con júbilo; /
mi alma está unida a ti, /
y tu diestra me sostiene. R.
Mi alma está sedienta de ti,
Señor, Dios mío.
Lectura de la carta del
apóstol S. Pablo a los Romanos 12,1‑2
Presentad vuestros cuerpos
como hostia viva
Os exhorto,
hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia
viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os
ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para
que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada,
lo perfecto.
Palabra
de Dios
REFLEXIÓN
VIVIR EN
CONSONANCIA CON LA FE
Pablo se dirige
ahora a la comunidad de Roma no solo como un hermano en la fe, sino como el responsable
de la comunidad, que no puede permitir algunos de los errores que se están
dando y con la obligación de enderezar aquello que va torciéndose: les invita a
dejar muchas cosas de las que se están haciendo, que se quieren tapar después
con ritos vacíos que no llevan a nada y
les hace ver que la mejor ofrenda que pueden hacer a Dios es la de su cuerpo,
pues el verdadero culto no está en los ritos externos, sino en llevar una vida
intachable para la que el cuerpo es el instrumento más sencillo y original que
tenemos.
Para
Pablo, la conversión no consiste en adherirse a unos ritos o a unas fórmulas
concretas, sino en una vida completamente transformada por el espíritu, en
hacer un verdadero cambio de maneras de pensar y de vivir, en ser testigos con
la vida de unos valores distintos a los que sostiene el mundo, en hacer de los
valores del Reino el programa de vida, al estilo de lo que hizo Jesús.
Esta
será la única forma de saber distinguir entre lo bueno y lo malo, entre lo que
está pidiendo Dios y lo que impone el mundo.
Cuando
esto lo trasladamos a nuestro siglo y en las circunstancias en que vivimos, las
palabras de Pablo recuperan una fuerza y una actualidad impresionante, pues
cada día estamos viendo como la vivencia de la fe la vamos reduciendo a gestos
sociales vacíos por entero de contenido y la vida de los cristianos cada vez
más lejos de lo que es vivir de acuerdo con los valores del evangelio.
Lectura del santo evangelio
según S. Mateo 16,21‑27
El que quiera venirse conmigo,
que se niegue a sí mismo
En aquel tiempo, empezó Jesús
a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho
por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser
ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a
increparlo: "¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte." Jesús
se volvió y dijo a Pedro: "Quítate de mí vista, Satanás, que me haces
tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios." Entonces dijo a sus
discípulos: "El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que
cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el
que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo
entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo
del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces
pagará a cada uno según su conducta."
Palabra
del Señor
REFLEXIÓN
VIVIR COMO CRISTIANOS
La resistencia de Pedro y los apóstoles a
aceptar un camino de lucha, de dificultades, de persecución y de muerte es algo
que siempre ha repugnada a cualquiera, también le repugnaba a Jesús, pues
estamos llamados a la felicidad, pero, desgraciadamente, sabemos que el reino
de la mentira y de la muerte está presente en este mundo y no queda más remedio
que emprender la batalla contra él, o de lo contrario nos metemos en sus filas.
Lógicamente, Jesús invita a los suyos no a
pasárselo bien, sino a pelear contra ese reino y, por tanto, el camino está
lleno de dificultades, de dolor, de sufrimiento… y por eso ha de jugarse la
vida y quien lo hacer está abocado a la alegría del triunfo, por eso dice que
quien decide “perder la vida” la ganará; y perderla significa saber que se enfrenta
a la lucha y a la dificultad que la asume como algo inherente al sistema que
hemos elegido.
Si, por el contrario, yo rehúyo la
dificultad, el sacrificio, el dolor, y busco el placer, la comodidad, la
ausencia de problemas y de lucha… para esto no tengo más que dejarme en manos
del proyecto que el mundo me ofrece y no voy a encontrar dificultades de ningún
tipo, pues no voy a tener nada en contra que me lo haga pasar mal… lógicamente,
si mi único interés es mi vida y mi comodidad, yo mismo me estoy excluyendo del
triunfo, de la alegría y de la felicidad de la verdad y de la vida; no es más
que vivir la coherencia de las opciones que tomamos en la vida.
Tomar la cruz significa unirse al proyecto
de Jesús y, por tanto, participar en su muerte y en su resurrección.
Es interesante que no olvidemos algo que
es fundamental en el cristiano: el día de nuestro bautizo fuimos consagrados
como sacerdotes, profetas y reyes, por lo tanto, en nuestra vida estamos
llamados a realizar la misión de profetas enfrentándonos a la mentira, a la
injustica, a todo tipo de violencia y atropello, a toda forma de vida guiada
por el egoísmo y la opresión… Un cristiano, por naturaleza, no puede ser y
vivir en conformidad con el odio, la violencia, la injusticia, la mentira, la
corrupción…
Un cristiano en su bautismo fue consagrado
sacerdote y está llamado a hacer de su vida una ofrenda viva a Dios a favor de
los grandes valores del reino por lo que tiene que ofrecer todo lo que es y
tiene.
Un cristiano es consagrado “rey”, pero no para
dominar, sino para convertirse en guía,
luz, referente para el camino del reino, servidor de la verdad, de la justicia
y del amor. O somos coherentes con nuestra naturaleza, o nos convertimos en
“tentadores diabólicos”
La pregunta que nos queda hoy en el aire
es muy comprometida: ¿En qué situación estoy? ¿Cómo vivo mi dimensión
profética, sacerdotal y regia?