DOMINGO -IV- DE CUARESMA -A-


PRIMERA LECTURA

 Lectura del primer Libro de Samuel 16, 1b. 6‑7. 10‑13a
David es ungido rey de Israel

En aquellos días, dijo el Señor a Samuel: —Llena tu cuerno de aceite y vete. Voy a enviarte a Jesé, de Belén, porque he visto entre sus hijos un rey para mí.
Cuando se presento vio a Eliab y se dijo: «Sin duda está ante el Señor su ungido.»
Pero el Señor dijo a Samuel:
—No mires su apariencia ni su gran estatura, pues yo le he descartado. La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón.
Hizo pasar Jesé a sus siete hijos ante Samuel, pero Samuel dijo: —A ninguno de éstos ha elegido el Señor.
Preguntó, pues, Samuel a Jesé: —¿No quedan ya más muchachos?
El respondió:
—Todavía falta el más pequeño, que está guardando el rebaño.
Dijo entonces Samuel a Jesé: —Manda que lo traigan, porque no comeremos hasta que haya venido.
Mandó, pues, que lo trajeran; era rubio, de bellos ojos y hermosa presencia.
Dijo el Señor: —Levántate y úngelo, porque éste es.
Tomó Samuel el cuerno de aceite y le ungió en medio de sus hermanos.
 Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

“DIOS NO MIRA LAS APARIENCIAS”
           Samuel decide ir en busca del que ha de ser el  futuro rey de Israel y el canon de valoración que usa es el mismo que solemos usar todos: la primera cosa que miramos es la imagen: la belleza física, la fuerza, la apariencia, el poder económico…, si da esas medidas, casi tiene todo el porcentaje de puntos asegurado. Y lo verdaderamente válido: su grandeza de alma, su honradez, su capacidad de trabajo, su capacidad de entrega, su capacidad de escucha, de solidaridad, de lealtad… todo eso pasa a un segundo o tercer puesto y vamos mirando los papeles, los títulos, los curso… aquello que refuerce esa imagen.
           Samuel se deslumbra ante la apariencia externa de los hijos de Jesé, en cambio, el más pequeño, el que menos  posibilidades tenía, estaba de pastor, que era lo último que se podía hacer, de él no se esperaba nada, cuánto menos esperar que pudiera ser rey.
           David es designado rey, en contra de todas las expectativas del pueblo y hasta de su propia familia, que lo veían como el menos adecuado, sin embargo, la forma que Dios tiene de mirar a los hombres es distinta a la nuestra: Dios no mira por la apariencia externa y,  ¡menos mal que no lo hace! porque todos sabemos la distancia que existe entre la apariencia y la realidad; Si Dios hiciera así, entraría en nuestro mismo juego y sería imposible poder fiarse de Él, ya que se cometerían tremendas injusticias y escandalosos desengaños. Dios mira al corazón, a lo realmente importante de la persona. Por eso la expresión del profeta Jeremías: “¡maldito el hombre que confía en el hombre!, será como un cardo plantado en la estepa que nunca verá venir la lluvia”. Y es que el ser humano es siempre una caja de sorpresas
           No obstante, a pesar de tenerlo bien claro, nosotros seguimos el mismo esquema de Samuel y a la persona la valoramos por la apariencia externa: por su cuerpo, por su belleza, por su imagen, por sus títulos, por su dinero, por el puesto que ocupa… y envidiamos todas esas cosas e intentamos imitarlas y  pasa a un segundo lugar y, hasta el último puesto, lo que realmente es la persona y su grandeza, incluso llegamos a decir que hoy eso no vende y, por tanto, no tiene valor.
El canon que hemos establecido no es la grandeza de la persona, sino la capacidad que tiene de generar riqueza.
           Por eso sigue desconcertando Dios, en el mundo y en el tiempo en que vivimos, porque Él siempre apuesta por la persona y no por la apariencia que presenta.

Salmo responsorial Sal 22, 1‑3a. 3b‑4. 5. 6


V/. El Señor es mi pastor, nada me falta.
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

V/. El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar; 
me conduce hacia fuentes tranquilas 
y repara mis fuerzas.

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

V/. Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo,
porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

V/. Preparas una mesa ante mí, 
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume, 
y mi copa rebosa.

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

V/. Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida, 
y habitaré en la casa del Señor
 por años sin término.

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta. 


SEGUNDA LECTURA


Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 5, 8‑14.
Levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz
Hermanos: En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor.
Caminad como hijos de la luz, (toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz)
buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien poniéndolas en evidencia.
Pues hasta ahora da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas.
Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz.
Por eso dice: «despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz».
Palabra de Dios

REFLEXIÓN

“LA COHERENCIA SE IMPONE”
                  S. Pablo escribe a los cristianos de Éfeso confesándoles algo que él no es capaz de encajar, pues significa en si mismo una contradicción: cómo siendo una cosa podemos aparecer de otra forma, es la misma contradicción a la que se oponía Jesús: “¿Cómo un árbol bueno puede dar frutos malos y al contrario?”
                  El cristiano  que ha sido bautizado, ha muerto y ha resucitado a una vida nueva; ha muerto a la vida de pecado y ha renacido como hombre nuevo por el Espíritu, de modo que es una criatura completamente nueva, ha sido iluminada por el Espíritu del Señor. ¿Cómo es posible que una persona que es luz, sea al mismo tiempo oscuridad?
                  Si una persona es “Hija de la Luz” y, por tanto “Luz”, ¿Cómo puede dar
frutos de tinieblas? Sus obras deben ser fruto de la luz y no de la oscuridad, es decir: la bondad, la justicia, la paz, la sinceridad, la fraternidad… eso es algo que no se puede ocultar ni se puede evitar ¿Podrá evitar aclarar la oscuridad una lámpara encendida?
                  Por eso Pablo invita a que cada uno camine de acuerdo a lo que es: “Caminad como hijos de la luz, (toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz)”: Si somos “Luz” no tenemos más remedio que comunicarla y, si es que no lo hacemos, es que el Espíritu del Señor no habita en nosotros, estamos en las tinieblas.

Versículo antes del Evangelio Jn 8, 12b 
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; 
quien me sigue tendrá la luz de la vida. 


EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Juan 9, 1‑41.
Fue, se lavó, y volvió con vista

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento.
[Y sus discípulos le preguntaron: —Maestro, ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego?
Jesús contestó:
—Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado: viene la noche y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.
Dicho esto,] escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo: —Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).
El fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: —¿No es ése el que se sentaba a pedir?
Unos decían: —El mismo.
Otros decían: —No es él, pero se le parece.
El respondía: —Soy yo.
[Y le preguntaban: —¿Y cómo se te han abierto los ojos?
El contestó: —Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.
Le preguntaron: —¿Dónde está él?
Contestó: —No sé.]
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. (Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos.) También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
El les contestó: —Me puso barro en los ojos, me lavé y veo.
Algunos de los fariseos comentaban: —Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.
Otros replicaban: —¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: —Y tú ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?
El contestó: —Que es un profeta.
[Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: —¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?
Sus padres contestaron: —Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.
Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos: porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él.»
Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron:  —Confíésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.
Contestó él: —Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo:
Le preguntan de nuevo: —¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?
Les contestó: —Os le he dicho ya, y no me habéis hecho caso: ¿para qué queréis
oírlo otra vez?, ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos? Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: —Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés.
Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ese no sabemos de dónde viene.
Replicó él: —Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene, y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento, si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder. ]
Le replicaron: —Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?
Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
—¿Crees tú en el Hijo del hombre?
El contestó: —¿Y quién es, Señor, para que crea en él?
Jesús le dijo: —Lo estás viendo: el que te está hablando ese es.
El dijo: —Creo, Señor. Y se postró ante él.
[Dijo Jesús: —Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos.
Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron:
—¿También nosotros estamos ciegos?
Jesús les contestó: —Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís que veis, vuestro pecado persiste. ]
Palabra del Señor


REFLEXIÓN

“INSTALARSE EN ESQUEMAS CÓMODOS”

                  El evangelio de hoy nos presenta  la narración de un milagro que hace Jesús en torno al que se monta un verdadero espectáculo: se trata de un ciego de nacimiento conocido de todos y acostumbrados a verlo mendigando.
                  La mentalidad de todos  es que, esa ceguera es fruto de un pecado del ciego o de sus padres, eso es lo que dice la ley y la tradición y, por tanto, es algo que no se discute; el ciego es un ser despreciable, UN PECADOR. Esa es la “apariencia” establecida y el marco que le asigna la ley a la persona y que no se podrá quitar.
                  De repente aparece Jesús, se lo encuentra, el ciego le pide que le ayude y Jesús da al traste con la mentalidad, con la tradición y hasta con la ley, para Él es mucho más importante el ciego que todo lo que le rodea, que el marco que le han puesto.
                  Los discípulos le preguntan quién ha sido el culpable y Jesús responde que nadie; lo que tiene, es un hecho natural, en el que se manifiesta la grandeza y la bondad de Dios y de su reino que está presente entre nosotros, porque el reino lo ilumina todo. La señal clara y evidente de esta presencia es Él mismo: “Yo soy la luz del mundo”. El reino de la luz ha estallado en las tinieblas y está entre vosotros.
                  Pero frente al hecho, se retratan los espectadores: hay unos que están enmarcados en la ley, en la tradición, que solo les interesa que se cumpla lo escrito, la persona no les importa ni le interesa, que se escandalizan incluso de que Jesús se haya agachado para hacer barro con su saliva y un poco de tierra en día de sábado.
                   No quieren salir de esta situación, se sienten muy a gusto y están convencidos que están bien. Su ceguera espiritual es total, pero no creen estar ciegos, que es lo peor,  y Jesús tiene que decirles: “Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís que veis, vuestro pecado persiste”
                  Jesús cuestiona toda esta forma de vivir y de mirar la vida y las personas y, de entender las cosas; cuestiona incluso, el esquema en el que han encasillado a Dios y al prójimo.
                  Por otro lado, el personaje central de la escena, el ciego, no entiende de nada de esto, él solo sabe que antes no veía y ahora ve y, echando mano a las escrituras, entiende que una persona que no está cerca de Dios no puede hacer estas cosas, por lo tanto, el hombre que le ha hecho esto, tiene que ser de Dios, porque solo Dios puede hacer estas cosas.
                  Ellos podrán decir todo lo que quieran, pero la verdad es esta, la quieran ver o la nieguen, es la única realidad que él entiende.

DOMINGO -III- DE CUARESMA -A-


PRIMERA LECTURA

 Lectura del libro del Éxodo       17,  3‑7
Danos agua para beber

En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, murmuró contra Moisés:
— ¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?
Clamó Moisés al Señor y dijo:
— ¿Qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen.
Respondió el Señor a Moisés:
—Preséntate al pueblo llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el río y vete, que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña y saldrá de ella agua para que beba el pueblo.
Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel.
Y puso por nombre a aquel lugar Massá y Meribá, por la reyerta de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor diciendo: ¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

“DESCONFIAR DE LA PRESENCIA DE DIOS”

            El pueblo ha pasado 400 años en la esclavitud funcionando a golpe de látigo sin más responsabilidad que hacer lo que le ordenan. Aparentemente la situación es dura, pero la actitud interior es de abandono y comodidad: hace lo que le mandan sin preocuparse de nada más.
            Al meterse en el desierto y tomar conciencia de sí, al tener que enfrentarse no ya con el verdugo que le ordena y contra el que se puede disentir, sino consigo mismo a quien debo de dar cuentas, las cosas cambian: sienten el deseo de que otro cargue con la responsabilidad, sienten la fuerza de tener que responder de lo que hacen y les entra miedo, inseguridad. Empiezan a preguntarse y a sentir la necesidad de saber si de verdad Dios estará de acuerdo con lo que está pasando y si será fiable el líder que los está conduciendo… Y empiezan a tener miedo y  a pensar que han caído en una trampa, (tentación de abandono) y se lanzan a desanimar a Moisés, murmurando y criticando sus actuaciones y dudando de  que él sea el libertador enviado por Dios… Al dudar de Moisés dudan también de que Dios esté con ellos y prefieren la vuelta otra vez a la esclavitud.
            Es curioso constatar que Moisés pusiera por nombre a aquel lugar “Massá (tentación) y Meribá (crítica, murmuración) que son las actitudes propias del miedo a la libertad.
            La historia vuelve a repetirse a cada momento y la gente, en lugar de enfrentarse a la dificultad y salir adelante, vuelve la vista atrás, recoge las experiencias negativas y se llena de prejuicios con los que se enfrenta a la realidad.
            Es increíble ver esto reflejado en nuestros días y constatar cómo la gente no ha sido capaz de superar una mentalidad de esclavitud y, cuando mira la realidad presente, sigue viendo y mirando lo que sucedió hace medio siglo atrás. Con esa actitud es imposible soñar y tener esperanza. 

Salmo responsorial       Sal  94,  1‑2.  6‑7.  8‑9

V/.  Escucharemos tu voz, Señor.
R/.  Escucharemos tu voz, Señor.

V/.  Venid, aclamemos al Señor,
           demos vítores a la Roca que nos salva;
       entremos a su presencia dándole gracias,
           vitoreándolo al son de instrumentos.

R/.  Escucharemos tu voz, Señor.

V/. Entrad, postrémonos por tierra,
           bendiciendo al Señor, creador nuestro.
       Porque él es nuestro Dios
           y nosotros su pueblo,
           el rebaño que él guía.

R/.  Escucharemos tu voz, Señor.

V/.  Ojalá escuchéis hoy su voz:
       «No endurezcáis el corazón como en Meribá,
           como el día de Masá en el desierto,
       cuando vuestros padres me pusieron a prueba
           y me tentaron, aunque habían visto mis obras.»

R/.  Escucharemos tu voz, Señor.


SEGUNDA LECTURA


Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos       5,  1‑2.  5‑8
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado

Hermanos:
Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos; y nos gloriamos apoyados en la esperanza de la gloria de los Hijos de Dios.
La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones  con el Espíritu Santo que se nos ha dado.
En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; —en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir—; mas la prueba de que Dios nos ama    es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.
Palabra de Dios


REFLEXIÓN

“LA GRATUIDAD DEL AMOR”

            El tema de la desconfianza sigue en pie: a los romanos les cuesta aceptar y creerse que Dios ha pasado la página y no solo que la haya pasado, sino que la ha roto: la antigua condición ha sido superada: Él ha establecido la Paz, no hay que hacer otra cosa que aceptarla y vivir de acuerdo a ella y gozar de todas las posibilidades que nos ha dado.
            A partir de Cristo, es posible soñar de nuevo, tener esperanza, ya no es un absurdo mirar al horizonte y pensar en un proyecto; se trata de una realidad: se recuperó la paz y se abrió definitivamente el horizonte. No hay señal más clara y evidente que es la muerte de Cristo, eso ha sido absolutamente real y cierto: ha muerto el inocente por los pecadores, Él ha pagado todo lo que debíamos a Dios, ha sido saldada nuestra culpa.
            El problema, no obstante,  sigue en pie cuando no llegamos a creerlo, porque a Dios lo metemos en nuestros esquemas, en los que la gratuidad ha desaparecido y entonces, solo nos quedamos tranquilos cuando creemos que hemos hecho lo suficiente para que Dios nos perdone, o nos ayude a salir adelante, pero en ese caso la relación no es de amor y gratuidad, sino de interés: lo que Dios me da, es porque yo me lo he ganado, lo merezco y cuando no lo tengo, es porque me ha castigado, es decir: seguimos en la misma tesitura del Antiguo Testamento.
            Si nos detenemos despacio, podremos observar cómo siguen dándose los mismos esquemas y cada vez se cree menos  en la gratuidad, y se impone más el “do ut des” (te doy para que me des), pues la gratuidad supone amor y el amor no es interesado y el desinterés lleva consigo como respuesta el agradecimiento y el reconocimiento del otro, lo cual supone el que nos tengamos que bajar de nuestro pedestal… y esto no vende hoy



Versículo antes del Evangelio       Jn.  4,  42  y  15 

Señor, tú eres de verdad el Salvador del mundo;
dame agua viva; así no tendré más sed.


EVANGELIO


U  Lectura del santo Evangelio según San Juan       4,  5‑42
Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaría llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José: allí estaba el manantial de Jacob.
Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial.
Era alrededor del mediodía.
Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice:
—Dame de beber.
(Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida).
La Samaritana le dice:
— ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (porque los judíos no se tratan con los samaritanos).
Jesús le contesto:
—Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.
La mujer le dice:
—Señor, si no tienes cubo y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?
Jesús le contesta:
—El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.
La mujer le dice:
—Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.
[El le dice:
—Anda, llama a tu marido y vuelve.
La mujer le contesta:
—No tengo marido.
Jesús le dice:
—Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.
La mujer le dice:]
—Señor, veo que tu eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.
Jesús le dice:
—Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.
Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adoraran al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.
La mujer le dice:
—Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga él nos lo dirá todo.
Jesús le dice:
—Soy yo: el que habla contigo.
[ En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?.»
La mujer, entonces, dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente:
—Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿será éste el Mesías?
Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él.
Mientras tanto sus discípulos le insistían:
—Maestro, come.
El les dijo:
—Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis
Los discípulos comentaban entre ellos:
— ¿Le habrá traído alguien de comer?:
Jesús les dijo:
—Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra.
¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así se alegran lo mismo sembrador y segador.
Con todo, tiene razón el proverbio «Uno siembra y otro siega.»
Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron y vosotros recogéis el fruto de sus sudores. ]
En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él [por el testimonio que había dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho.»]
Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer:
—Ya no creemos por lo que tú dices, nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.
Palabra del Señor

REFLEXIÓN

“ROMPER LAS BARREAS”

            En la 1ª lectura hemos visto al pueblo que tiene sed, no solo de agua, sino de otras cosas y le asalta la tentación de desconfiar en que Dios esté presente, pues los deja con esa “sed” y esa insatisfacción. Dios tiene que intervenir de nuevo y lo hará usando como instrumento lo que para los egipcios fue mortal: el cayado de Moisés.
            En la 2ª lectura S. Pablo les hace caer en la cuenta a los romanos que no es un cuento lo que ellos creen, no es una utopía inalcanzable; la sed que a ellos les asalta y les invita a dirigirse hacia otras fuentes que la calmen es una ilusión: Dios ha demostrado que está con ellos, pues Cristo ha muerto por nosotros y eso es la garantía de que Dios está presente.
            En el evangelio aparece la demostración evidente: el encuentro de Jesús con la mujer samaritana es de una belleza inigualable:
            Para un judío es incomprensible que un hombre hable con una mujer a solas, peor aún, si es que es samaritana y, lo que ya no se puede ni imaginar, es que esto lo haga un “maestro”. Jesús se salta todas las normas sociales y todos los prejuicios veterotestamentarios.
Pasa por encima del racismo y el nacionalismo existente, por encima del desprecio que se tiene a la mujer y mira desde un ángulo distinto.
            Allí se encuentra con una PERSONA que tiene sed y busca saciarla; lo mismo que todos los humanos hacemos. Él también tiene sed y necesita de la ayuda de alguien para sacar agua. Pide que le de agua, sin mirar ninguno de esos prejuicios y sin la arrogancia del hombre sobre la mujer, ni el desprecio del típico israelita hacia un samaritano, con la sencillez del hombre que necesita que le ayuden para poder saciar su sed y expresarle también su deseo de que ella encuentre saciada su sed de felicidad.
            Jesús la va dirigiendo en el diálogo hasta que consigue que la mujer sienta la necesidad de llenar su vida, no solo de agua, sino de la Verdad de Dios y esta mujer pasa a ser, de una mujer sin nombre, que anda buscando saciar su sed con hombres, a una apóstol que va a su aldea a anunciar a Jesucristo.
            El encuentro con Jesucristo, cambia radicalmente su vida, lo mismo que le ocurre a todos sus vecinos y a todos  aquellos que se encuentran con Él y no se dejan guiar por los prejuicios.
            La pregunta vuelve de nuevo a estar sobre la mesa: Jesús vuelve cada día, a cada momento a hacerse el encontradizo con cada uno, con cada comunidad, con la iglesia entera… Lógico sería que en todos se diera la transformación que se dio en esta mujer, sin embargo, ¿Qué está pasando en nuestra iglesia que preferimos quedarnos como los apóstoles: murmurando por el encuentro? o ¿Tal vez no nos estará pasando lo que a los judíos y a los samaritanos que estaban dándole más importancia al lugar : Jerusalén o Garizin, que al mismo encuentro con el Padre? Creo que en los tiempos y el momento que vivimos, a estas alturas de la cuaresma y cerca de la semana santa, sería muy provechoso que nos lo plantearamos.
           


DOMINGO II DE CUARESMA -A-

PRIMERA LECTURA

 Lectura del Libro del Génesis       12,  1‑4a
Vocación de Abrahán, padre del pueblo de Dios

En aquellos días, el Señor dijo a Abrahán:
—Sal de tu tierra  y de la casa de tu padre hacia la tierra que te mostraré.
Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre y será una bendición.
Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan.
Con tu nombre se bendecirán  todas las familias del mundo.
Abrahán marchó, como le había dicho el Señor.
 Palabra de Dios.

REFLEXIÓN.

“SER BENDIDIÓN O MALDICIÓN PARA LA TIERRA”
            En la Biblia, el cap. 11 está dedicado a la dispersión de Babel: los hombres han querido plantarse frente a Dios y echarle un pulso, exactamente igual que  n el principio hicieron Adán y Eva (la humanidad), estos perdieron la felicidad, tuvieron que salir del paraíso y se convirtieron en maldición para la tierra. En Babel hicieron lo mismo y terminaron  dispersándose y sin poder entenderse entre ellos; el hombre no aprende, por más veces que tropieza y no acaba de enterarse  que enfrentarse a Dios es  destruirse él mismo.
           Como respuesta o, contrapunto, aparece el cap. 12 con la invitación a Abrahán: “Sal de tu tierra  y de la casa de tu padre hacia la tierra que te mostraré” y en la misma invitación  le hace tres promesas ante su respuesta positiva: “Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre y será una bendición”.
           Las consecuencias de su  obediencia y de fiarse de Dios será  una bendición para toda la tierra. La negación, por el contrario, de Abrahán supondrá todo lo contrario para él y para su familia y para todos los demás.
           La historia continúa y las propuestas de Dios, de aceptar su reino como la única alternativa de felicidad para el hombre, siguen teniendo la misma actualidad: “sigue mis caminos de Justicia, de solidaridad y de Paz y será bendecida la tierra;  en cambio, si desprecias mi propuesta la tierra se convertirá en otra Babel y las consecuencias las tendremos que pagar todos juntos”.
No se necesitan muchas explicaciones para darnos cuenta lo que lleva consigo el rechazo de la propuesta de Dios: el mundo en que vivimos es una muestra excelente de Babel o de la expulsión del paraíso; la tierra misma la estamos viendo cómo se revuelve contra el hombre al no respetar su ritmo natural y la experiencia que estamos teniendo no es de ser más felices, sino todo lo contrario.
La vuelta a la fe de Abrahán y a su actitud de respeto a Dios es lo que puede hacer que nos convirtamos en bendición para la tierra.
            

 Salmo responsorial       Sal  32,  4‑5.  18‑19.  20  y  22

V/.  Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
           como lo esperamos de ti.
R/.  Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
           como lo esperamos de ti.

V/.  La palabra del Señor es sincera
           y todas sus acciones son leales;
       él ama la justicia y el derecho,
           y su misericordia llena la tierra.

R/.  Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
           como lo esperamos de ti.

V/.  Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
           en los que esperan en su misericordia,
       para librar sus vidas de la muerte
           y reanimarlos en tiempo de hambre.

R/.  Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
           como lo esperamos de ti.

V/.  Nosotros aguardamos al Señor:
           él es nuestro auxilio y escudo;
       que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
           como lo esperamos de ti.

R/.  Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
           como lo esperamos de ti. 


 SEGUNDA LECTURA

Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo       1,  8b‑10
Dios nos llama y nos ilumina

Querido hermano:
Toma parte en los duros trabajos del Evangelio,  según las fuerzas que Dios te dé.
El nos salvó y nos llamó a una vida santa no por nuestros méritos, sino porque antes de la creación,  desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado por medio del Evangelio, al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal.
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN.

“EL GRAN OBJETIVO DE LA VIDA”
            Haber nacido para irnos de aquí sin haber dejado una señal de nuestro paso por la tierra y que alguien, al verla, se pueda alegrar de que hayamos nacido, no vale la pena ni mereció tal regalo de la vida.
            S. Pablo le escribe a Timoteo y le invita a que se meta de lleno en la construcción del Reino con la misma actitud que tuvo Abrahán,  con las fuerzas que tenga y en la situación en que se encuentre.
            Construir el reino no es nada fácil, sobre todo cuando al mismo tiempo hay otro reino, el del mal, que también lucha por imponerse y, además, tiene en sus manos todos los medios y el poder para hacerlo.
            No nos debemos extrañar al ver que tiene más gancho el mal que el bien, pues está enganchado en nuestras necesidades primarias, mientras que el bien, supone un acto de la voluntad libre que opta por el Bien.
            El hombre quiso conocer el mal y de esa manera ser como Dios. En su inicio Dios le había regalado el bien, pero en su libertad el hombre escogió el Mal, ahora no le quedará más remedio que aguantarlo y luchar contra él  para vencerlo. Son las secuelas que quedaron después de la caída. Ahora, el aceptar a Dios, tiene que ser un acto de voluntad, un ejercicio de libertad; Dios no se impone a la fuerza hay que aceptarlo con la misma libertad  que en el principio se optó por el mal y se lo despreció.
           
 Versículo antes del Evangelio
 En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre:
Este es mi Hijo, el amado; escuchadle. 

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Mateo      17,  1‑9
Su rostro resplandeció como el sol

En aquel tiempo, Jesús tomo consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta.
Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
Pedro, entonces tomó la palabra y dijo a Jesús:
—Señor, ¡qué hermoso es estar aquí! Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:
—Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle.
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.
Jesús se acercó y tocándolos les dijo:
—Levantaos, no temáis.
Al alzar los ojos no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
—No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.
                                                                                                   Palabra del Señor

REFLEXIÓN

“PROPUESTAS PARA LA FELICIDAD”
           De nuevo volvemos a escuchar el mismo mensaje al presentar a Jesús: “Escuchadle”. Fue lo mismo que al inicio en el Jordán cuando Jesús es presentado como el “amado” el “predilecto”. Desde ahora en adelante Jesús es presentado por Dios como la propuesta para el hombre, para poder recuperar de nuevo su dignidad: se trata de “escuchar” y “Seguir”.
Si en un principio el mundo fue creado para que el hombre fuese feliz y éste rompió la finalidad y trajo el desastre, hoy, el nuevo plan que Dios plantea es “escuchar” y “Seguir” a Jesús y en esto encontrará el hombre el camino de su propia felicidad y realización plena.
           Como en el principio al hombre se le presentó la propuesta de “ser como Dios” y la creyó agradable y se convirtió en “contrincante” de Dios, en el mundo en que vivimos se nos presentan un montón de propuestas, hay un montón de voces que piden la atención y, cómo no, el seguimiento, ofreciendo todos la misma cosa: la felicidad y la posibilidad de ser “dioses”
           Las propuestas nos vienen de todas partes: desde el comercio, desde la política, desde la moda, desde los negocios, desde el poder… hasta desde la misma familia. Y todos nos proponen –según ellos- lo mejor, lo que nos puede hacer felices, lo que nos va a hacer sentirnos grandes, lo que más nos conviene…y, sobre todo, lo que es un “gran derecho que nos pertenece”
           Y todos tenemos la misma tentación de Pedro: creernos que ya hemos encontrado la felicidad y decir: “De aquí no me muevo”, pero pronto nos damos cuenta que eso no nos llena, no nos da la felicidad, no nos realiza como persona, no llena nuestras expectativas. Necesitamos que algo o alguien llegue y nos haga despertar y poner los pies en la tierra, para hacernos ver que aquí estamos de paso y, que no podemos plantar la choza definitivamente, porque el momento en que lo hagamos, podemos decir que hemos muerto.

DOMINGO -I- DE CUARESMA -A-




PRIMERA LECTURA


Lectura del Libro del Génesis       2,  7‑9;  3,  1‑7
Creación y pecado de los primeros padres

El Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz un aliento de vida y el hombre se convirtió en ser vivo.
El Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia Oriente, y colocó en él al hombre que había modelado.
El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos de ver y buenos de comer; además el árbol de la vida, en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y del mal.
La serpiente era el más astuto de los animales del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer:
—¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?
La mujer respondió a la serpiente:
—Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; solamente del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: «No comáis de él ni lo toquéis, bajo pena de muerte.»
La serpiente replicó a la mujer:
—No moriréis. Bien sabe Dios que cuando comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal.
La mujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable porque daba inteligencia; tomó del fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió.
Entonces se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.

Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

“LOS PLANES DEL HOMBRE FRENTE A LOS DE DIOS”

            La liturgia de este primer domingo de Cuaresma nos presenta unos textos en los que aparece una especie de cuadro con varias perspectivas: la primera aparece Dios en el centro pensando en el hombre como  broche de oro de toda la creación, a quien le va a regalar todo lo que ha hecho, para que sea feliz y lo hace semejante a Él: un ser para amar y lo hace varón y mujer con la misma capacidad de Dios: un ser libre y, por tanto, capaz de hacer el bien y el mal. Dios le da un mundo precioso, para que el hombre pueda sentirse dueño y señor de toda la creación y pueda desarrollarse como dueños de toda la creación.
Puede elegir entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte; Dios lo coloca en la posición de la felicidad: en el BIEN y en la VIDA, las otras dos posibilidades de la libertad quedan ahí; Dios  le pide que no las active, porque el momento que lo haga morirá, y el hombre decide probar cómo es esa posibilidad contraria a su propio ser, quiere conocer el “mal”, tener experiencia de todo, para ser “como Dios”, quieren ser más que Dios y la otra posibilidad es la muerte, su propia destrucción. Cuando el hombre consuma su acción, se da cuenta que se ha destruido a si mismo: ese mismo momento se avergüenzan el uno del otro, ambos pierden la confianza y empiezan a acusarse, los hermanos se matan por envidia y se convierten en una maldición para la tierra.
            La historia seguirá repitiéndose: en Babilonia quisieron ser más poderosos que Dios y terminaron sin poder entenderse entre ellos, destruidos; en Sodoma quisieron inventar otro concepto del amor, confundiéndolo con el placer y la pasión y terminaron viviendo como cerdos, esclavos de las pasiones… en tiempos más actuales, quisieron levantarse como creadores de un orden nuevo y terminaron en el que no intervenga para nada la presencia de Dios y han terminado por meter al mundo en una dinámica de muerte y extermino en el que es imposible entenderse y en el que todos luchan por ser los dioses que lo controlan todo y terminan creando el caos.
            También nosotros queremos ser pequeños dioses, que sostenemos que hay que hacer aquello que me gusta y me da la gana y, como lo que me gusta y me da la gana, no siempre es lo bueno y lo que conviene, terminamos convirtiéndonos en  un verdadero dolor de cabeza para todos aquellos que viven a nuestro alrededor.


Salmo responsorial       Sal  50,  3‑4.  5‑6a.  12‑13.  14  y  17


V/.  Misericordia, Señor, hemos pecado.
R/.  Misericordia, Señor, hemos pecado.

V/.  Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
           por tu inmensa compasión borra mi culpa.
       Lava del todo mi delito,
           limpia mi pecado.

R/.  Misericordia, Señor, hemos pecado.

V/.  Pues yo reconozco mi culpa,
           tengo siempre presente mi pecado.
       Contra ti, contra ti solo pequé,
           cometí la maldad que aborreces.

R/.  Misericordia, Señor, hemos pecado.

V/.  Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
           renuévame por dentro con espíritu firme;
       no me arrojes lejos de tu rostro,
           no me quites tu santo espíritu.

R/.  Misericordia, Señor, hemos pecado.

V/.  Devuélveme la alegría de tu salvación,
           afiánzame con espíritu generoso.
       Señor, me abrirás los labios,
           y mi boca proclamará tu alabanza.

R/.  Misericordia, Señor, hemos pecado.


SEGUNDA LECTURA


Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos       5,  12‑19
Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia

Hermanos:
Lo mismo que por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y la muerte se propagó a todos los hombres, porque todos pecaron...
[Pero, aunque antes de la ley había pecado en el mundo, el pecado no se imputaba porque no había ley.
Pues a pesar de eso, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con un delito como el de Adán, que era figura del que había de venir.
Sin embargo, no hay proporción entre la culpa y el don: si por la culpa de uno murieron todos, mucho más, gracias a un solo hombre, Jesucristo, la benevolencia y el don de Dios desbordaron sobre todos.
Y tampoco hay proporción entre la gracia que Dios concede y las consecuencias del pecado de uno: la sentencia contra uno acabó en condena total; la gracia, ante una multitud de pecados, en indulto. ]
Si por la culpa de aquél, que era uno sólo, la muerte inauguró su reino, mucho más los que reciben a raudales el don gratuito de la amnistía vivirán y reinarán gracias a uno sólo, Jesucristo.
En resumen, una sola culpa resultó condena de todos, y un acto de justicia resultó indulto y vida para todos.
En efecto, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos.
                                                                                                   Palabra de Dios

REFLEXIÓN

“CONSECUENCIAS DE LA LIBERTAD”

           La otra perspectiva del cuadro nos la da la segunda lectura en la que S. Pablo, después de observar lo que hace el hombre con el regalo que Dios le ha hecho, muestra de nuevo la actitud de Dios: no se queda conforme con que el hombre le haya roto la obra tan maravillosa que ha hecho para él y se lo haya despreciado;  manda a Jesucristo para restaurar el cuadro. Lógicamente, van a quedar las secuelas, las heridas, las marcas del daño realizado en el mundo, pero ahora va a darse una nueva restauración que viene a ser como una nueva dosis de AMOR, invertida en el mundo para el hombre: el nuevo hombre que ha nacido en Cristo, ya no es el Adán primero, un ser separado y distante de Dios, el nuevo hombre tiene en si la misma vida de Dios, su Espíritu, es Hijo de Dios, de cuya naturaleza Dios participa.
Con esta nueva dimensión, ahora Dios le ha abierto el camino, le ha anticipado el futuro, le ha consolidado el horizonte, le ha facilitado el camino, pues Dios ha vencido ya la muerte y ésta no tiene ya poder sobre el hombre, porque ha sido vencida con la resurrección.
           Queda, eso sí, la posibilidad de volver a optar por la muerte y por el mal, lo mismo que en el primer momento del paraíso, es condición indispensable para ser imagen de Dios: SER LIBRE,  lo que hace falta es que el hombre active su semejanza y opte siempre por el BIEN y por la VIDA.


Versículo antes del Evangelio       Mt  4,  4b
No sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios.


EVANGELIO


Lectura del santo Evangelio según San Mateo       4,  1‑11
Jesús ayuna durante cuarenta días y es tentado

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al final sintió hambre.
Y el tentador se le acercó y le dijo:
—Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.
Pero él le contestó diciendo:
—Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Entonces el diablo lo lleva a la Ciudad Santa, lo pone en el alero del templo y le dice:
—Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Encargará a los ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos para que tu pie no tropiece con las piedras.
Jesús le dijo:
—También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios.
Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y mostrándole todos los reinos del mundo y su esplendor le dijo:
—Todo esto te daré si te postras y me adoras.
Entonces le dijo Jesús:
—Vete, Satanás, porque está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto.
Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.
                                                                                                   Palabra del Señor

REFLEXIÓN

“LA SEDUCCIÓN DE LA TENTACIÓN”

            La otra perspectiva del cuadro, es la que va a generar toda la acción: la primera parte de esa acción, se desarrolla en el paraíso, donde el hombre se encuentra con la tentación: tiene capacidad para ser como Dios, incluso más, se trata de tener dominio de todo: conocer el bien y el mal, la vida y la muerte; siente que eso es apasionante, se siente con derecho a saberlo: cuanto más sepa es mejor, más puede prevenir, mejor puede aconsejar… y el hombre cae en la red de la que no podrá salirse, pues es superior a sus propias fuerzas.
            La segunda parte de la acción se presenta con Jesús: le asalta la tentación: lo que va a hacer es importantísimo, buenísimo… se trata del encargo que el Padre le ha dado: establecer el Reino de Dios, no debe desperdiciar fuerzas ni oportunidades, la cosa la tiene fácil: echa mano del poder que tienes al alcance y da al pueblo todo lo que necesita, te va a aplaudir y vas a ser el Mesías bondadoso… ¡Bastante ha sufrido ya el pueblo ¡ “Convierte esas piedras en pan…” Al pueblo no le quedará más remedio que aclamarte y seguirte.
            Jesús no se deja  coger por el engaño de lo fácil, sabe que eso no lleva a ningún sitio, eso es pan para hoy y hambre para mañana, aquello que el pueblo no ha construido, nunca lo valorará, aquello que no ha peleado no lo amará.
            La segunda tentación que pinta S. Mateo es la del instinto que nos lleva a cuidar y defender la imagen: es muy importante que demos una imagen de grandeza y de respeto, para que la gente se tome en serio lo que presentamos y a nosotros mismos. Son muy importantes y  necesarios los golpes de efecto, la contundencia de los hechos, cosa que deje a la gente boquiabierta, sin posibilidad de dudar, pues solo así la gente camina convencida y, sabe con certeza lo que hace,  lo que quiere y a dónde va…
            Pero Jesús se da cuenta que no puede ir a ningún sitio con un ejercito o un pueblo de fanáticos: serán capaces de destruirse ellos mismo, de matarse por una idea, por un “eslogan”, pero no serán constructores conscientes del reino, de forma que disfruten viviendo en el amor y la justicia y odiarán a todo aquel que no piense como ellos.
            El tercer momento de la tentación es uno de los más fuertes: Si quieres hacer algo tan grande y tan importante como lo que pretendes, no seas iluso, sabes que eso será imposible si es que no tienes en tus manos todos los medios y el poder para imponerlo, todo lo que no sea partir de ahí, es una ilusión de estúpidos.
            No podrás hacer nada contra  Roma, ella tiene en sus manos todo, tienes la batalla perdida, si es verdad que quieres hacer lo que el Padre te ha mandado, no te queda más remedio que aceptarme como tu cómplice: yo estoy a tu servicio, si es que tu te arrodillas y me adoras, los dos cumpliremos el sueño de tu Padre.
Jesús ve perfectamente a dónde quiere llegar: no se trata de montar un nuevo imperio basado en el poder la fuerza y la imposición. El AMOR es gratuito y si no, no es AMOR, la JUSTICIA se basa en la igualdad y nadie debe sentirse mayor que nadie ni sentir a otro por encima de mi y, esto solo es posible desde el reconocimiento de la igualdad de dignidad. La VERDAD no se impone por la fuerza, porque si no, no es LA VERDAD, será MI verdad, pero no la de Dios, y la PAZ no se impone con la fuerza y la violencia, sino que es el resultado de la puesta en práctica de los valores antes dichos.